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    mayo 19, 2005

    [obituario] - Ha muerto Claudia Polo Patudo, a la edad de 102 años

    El pasado sábado 14 de mayo, exactamente 102 años después de su nacimiento, murió Claudia Polo Patudo, mi tía abuela y entrañable anciana que vivió sola hasta hace apenas un año en un pequeño apartamento, sin necesidad siquiera de asistencia social.
    Madrid era su feudo, que recorría a pie, en autobús o metro, y su cabeza era fuente de recuerdos y de alegrías, o de nostalgias y semblanzas. Nunca la conocí triste, aunque sí enojada. Su energía parecía crecer con los años, y sus pocos achaques la inyectaban cada vez más ganas de vivir. Enviudó joven y dio asilo a múltiples aprendizas de su oficio, la costura. Su minúsculo apartamento acogió a familia, amigos y a cualquier visita que tuviera a bien anunciar su llegada.
    Ha muerto, sola, en una residencia para ancianos, tras un año en el que la salud física y psíquica había empeorado considerablemente
    Descanse en paz.

    Discurso escrito por su sobrino, Laureano Polo, con motivo de la multitudinaria celebración que tuvo lugar en su centésimo aniversario:

    EN HOMENAJE A NUESTRA QUERIDA TÍA CLAUDIA
    Claudia Polo Patudo nació en Robleda un día 14 de mayo de 1903, hace hoy 100 años.
    Su infancia fue complicada. Su madre Benita murió siendo ella aún muy niña, y tuvo que empezar pronto a ganarse la vida ayudando a su familia.
    Tras desempeñar diferentes labores en tierras salmantinas, un día decidió venirse a Madrid para con el tiempo, convertirse en lo que es hoy, una madrileña castiza hasta la médula, que ha engrandecido la historia de esta ciudad con su simpatía y sus esfuerzos por ayudar a quienes también, viniendo de lejos, quisieron establecerse aquí.
    Pasó, como tanta gente, muchas dificultades durante la guerra, pero salió adelante en parte gracias a la ayuda de su marido, el tío Marcelino (que en paz descanse). Con el paso del tiempo Claudia se convirtió en una gran modista, que vistió a personalidades importantes, y que formó en su taller de costura a muchas jóvenes con ganas de labrarse un futuro (doy fe, por cierto, de lo guapas que eran algunas de ellas).
    Su GRAN casa de la Calle Tarragona, con sus 13 metros cuadrados, tuvo siempre la puerta abierta, y albergó a mucha gente necesitada de cobijo, entre otros sus sobrinos Angel y Nano, que pasaron allí fines de semana de permiso durante el servicio militar. Quiero también agradecerle aquí a nuestra prima Anuncia los botones cosidos y los uniformes planchados. Fuimos felices en aquellos años, bajo el techo de una casa tan pequeña y tan grande al mismo tiempo. En la que también se cobijaron varios soldados del pueblo de Descargamaría, alguno de los cuales todavía vive y te manda recuerdos.
    También quiero darte las gracias, Claudia, por los desvelos y la ayuda que prestaste a mi querida madre cuando venía a Madrid con sus maletas vacías para volver a Descargamaría con ellas llenas de telas y artículos de los grandes almacenes, que después eran vendidos en el comercio.
    Hablar de los años vividos por nuestra tía podría llevar horas y horas, y llenar muchas páginas y discursos. Nuestra tía es la memoria viva del siglo XX, ha vivido la invención del teléfono, la radio, la televisión e Internet. Ha vivido en democracia y en dictadura, en república y en monarquía, ha conocido al rey Alfonso XIII, y ahora sólo le queda la boda del príncipe Felipe.
    Querida tía Claudia, esta noche hemos intentado expresarte nuestra gratitud por tus enseñanzas, por tu cariño y por tu ayuda, y queríamos que te sintieras a gusto por unas horas a través de este homenaje, que hemos preparado con emoción. Nos hemos reunido aquí “casi” toda tu familia para desearte muchos más años de vida… eso sí, sin tener que pisar una residencia.
    Esperamos que te guste este pequeño obsequio para que conserves siempre en el recuerdo esta cena, y a tu familia, que te quiere.
    Te queremos, tía Claudia, y estamos orgullosos de decir que eres:
    NUESTRA TÍA CENTENARIA.

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